Pocas veces nos acordamos del olfato, el sentido más primitivo y poderoso.
Es un sentido químico (estos son los que detectan compuestos químicos en el ambiente) y está relacionado con los estados de ánimo, niveles de excitación, emociones, memoria y reacciones químicas. A lo largo de nuestra vida aprendemos a asociar los olores con situaciones agradables o por el contrario con otras de rechazo.
El investigador alemán Boris Stuck demostró con distintos voluntarios que el olor a huevos podridos podía producirles pesadillas en cambio el olor a rosas provocaba sueños bonitos.
Martín Linstrom en su libro Brand Sense, asegura que un 83% de los mensajes publicitarios están dirigidos a un solo sentido: la vista sin darle mucha importancia a los otros cuatro sentidos, sin embargo el 75% de las emociones diarias están influidas por lo que olemos. Este es el sentido más influyente a la hora de la decisión de compra.
Un olor agrable puede hacernos permanecer más tiempo en un establecimiento y por lo tanto comprar más. ¿Quien no ha entrado en una panadería al olor del pan recién hecho?.
Un penetrante aroma a café nos provoca unas ganas irresistible de tomarnos uno.
La marca Pedigree colocó pegatinas con aroma a comida de perros en puertas de supermercados y tiendas de mascotas para que los animales instasen a sus dueños a entrar y comprar.
Pepsi utilizo encartes en la revista people con olor a vainilla y cereza negra para promocionar su Pepsi Diet Jazz
Disney utiliza en sus parques olor a palomitas y golosinas para incitar al consumo u olor a pólvora y neumáticos quemados para dar mayor realismo a sus espectáculos.
Rolls royce instaló un dispositivo debajo de sus asientos con aroma a cuero y madera para evocar el distintivo olor de los antiguos modelos, que los nuevos habían perdido al modernizar la fabricación .
Si utilizamos olores agradables en oficinas y despachos los expertos aseguran mayor productividad en el trabajo y un 33% en el incremento de ventas si lo hacemos en locales comerciales.